"Los andaluces hablamos muy mal. Nos comemos las eses finales."
Este es el típico comentario de muchos andaluces que se avergüenzan de nuestra propia forma de hablar.
El rechazo del señoritismo de otra época y su asociación con la holgazanería y la incultura han estado y están
tan presentes que muchos son los que evitan usarlo en público o simplemente fuera de Andalucía.
A pesar de haber tenido siempre este temor, nunca hemos hecho por disiparlo.
En situaciones de timidez, siempre hemos preferido aparentar hablar según las normas de la
Real Academia con una actuación forzada más lamentable que natural. No hemos tenido el apoyo ni de quienes tenían el poder de la palabra internacionalmente reconocido. Ni Lorca ni Alberti ni los hermanos Machado ni Juan Ramón Jiménez contribuyeron, prefiriendo por el contrario difundir "lo correcto". Ahora, nuestra propia televisión evita peculiaridades como el ceceo y usa la entonación y pronunciación natural tan solo en el caso de programas de bajo contenido cultural.
Se trata de una concepción del dialecto tan arraigada en nuestra cultura que dificulta el simple hecho de que pensemos en cambiarla.
¿Qué es necesario para dejar de avergonzarnos de nuestro habla?. La respuesta es tan simple como difícil llevar a cabo: Hacernos respetar. No necesitamos preocuparnos por el qué pensarán al oírnos
hablar porque nos va a entender perfectamente un madrileño, un catalán o un valenciano. Si hay expresiones o palabras que no conocen, se exige que la pregunten con respeto y no con mofas. O, ¿se ríe un madrileño de un catalán hablando español?. Por otra parte, a algunos, es verdad, les hace gracia nuestra forma de hablar. Ven como un atrevimiento el hablar como no está establecido. Incluso les connota chulería que, sorprendentemente, gusta.Y eso les divierte. Otros, llegan a rechazarnos para sentir que están por encima de nosotros y de su propia envidia.
Debemos poner la elocuencia y el contenido intelectual por delante de la pronunciación. Eliminar los viejos tópicos y hacer ver que ser andaluz no es sinónimo de ser un cateto. Enseñar que no es lo mismo un
error gramatical que una derivación fonética. Que el hecho de hacer gracia no sea una licencia para permitirle a nadie hacerte sentir inferior.
Reportaje sobre el habla andaluza.
Libro de estilo de Canal Sur.